Aquel canto de sirenas,
eco de la tierra.
Bella música ligera,
que penetra las orejas.
Un susurro para los oídos,
incesante ritmo dionisíaco.
Plácido arrullo del cuerpo,
cálida envoltura del pellejo.
Lo audible del mar,
murmullo que va y viene.
No lo oye quien puede,
sino quien quiere.
B.C
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