miércoles, 21 de marzo de 2018

LAS MANOS DE MI PADRE



Hace un poco de calor, aunque acá en el jardín está más lindo que en el quincho. Creo que tengo la panza un poco llena, espero que no me haga mal el balanceo. Comí vitel toné y ensalada rusa, con un poco de tomate. Es mi comida preferida de estas noches.
Mi mamá y mis tías se levantaron de la mesa, y están yendo y viniendo a la cocina; mientras los hombres siguen sentados, riendo y tomando alcohol. Yo aproveché, porque todavía puedo hacerlo, y me vine a la hamaca.
Ojalá que cuando sea grande y me toque a mi levantar la mesa, los hombres que estén ahí sentados conmigo también muevan el culo... ¡Ay, perdón! Se me escapó una palabrota. Si me hubiese escuchado mi mamá, diría:—Qué hijita tan delicada que tengo...
O también:—Valeria, sos una nena. No podes decir esas cosas.
En la escuela todavía nunca me enseñaron que hubiese un diccionario para hombres y otro para mujeres...en fin, el asunto es que a veces, aunque mi vocabulario no coincida con mi aspecto de niña; digo algunas groserías. Creo que es lindo la fuerza con que suenan algunas malas palabras.
Tampoco me he enterado que haya una guía instructiva del comportamiento femenino y masculino para las tareas cotidianas, sin embargo me voy dando cuenta que hay situaciones en las que los hombres siempre se comportan de una determinada manera y las mujeres de otra. Por ejemplo, mi hermano nunca hace la cama y nosotras siempre tenemos que ordenar el cuarto. Que cosa rara, ¿no?
Me parece que ya lo dije, pero hace mucho calor y hay mucha gente dando vueltas por toda mi casa. Siempre es lo mismo, en la Nochebuena somos un montón, y estamos todos transpirados. A veces, incluso, se corta la luz. Esas noches son las más entretenidas.
Una vez también pasó que no había agua, y tuvimos que ir a festejar la Nochebuena a la casa de mi tía Silvia. El tema es que hay que hacer todo rápido antes que venga Papá Noel. Y con ese apuro, la gente grande se pone nerviosa. A mí solo me da un poco de ansiedad, porque quiero que esté todo listo para que Papá Noel pueda dejar los regalos sin que nadie lo vea; porque me dijeron que si lo vemos, no los deja.
Aunque después, al menos en mi casa, Papá Noel vuelve a aparecer. Nos saluda y nos regala caramelos. Para mí, es por eso que en todas las Noches Buenas mi casa se llena de gente. Porque acá Papá Noel viene dos veces. Primero nos deja muchísimos regalos, y después nos da caramelos. Sin duda, el Papá Noel que viene a mi casa es el mejor. Aunque mi amiga Clara también dice lo mismo que yo, que su Papá Noel es el mejor, y que también los va a saludar y a regalarles caramelos; además de dejarles los regalos que ellos pidieron. La verdad que no entiendo muy bien cómo hace Papá Noel, pero es un genio.
Me parece que están repartiendo helados. Ya debe faltar poco para las doce. Voy a ir corriendo a buscarme uno de chocolate y vuelvo corriendo más rápido todavía, así nadie me ocupa la hamaca y no me quedo sin helado. Me encantan los helados, y están todos mis primos que son una banda; tengo miedo que se terminen. Por suerte, esta hamaca que hizo mi papá, como también nuestra casa que la construyó con sus propias manos junto con mi abuelo, o sea el papá de mi papá, o al menos eso es lo que mi papá me contó; está en un rincón medio oscuro, entonces nadie la ve. Si voy y vuelvo rápido, voy a poder seguir hamacándome todo el tiempo que quiera, hasta que venga Papá Noel, y vuelvo a salir corriendo a buscar mi regalo.
Mmmmh, que rico. Es el de la heladería Riviera. Me dieron una servilleta además del helado.
—Por si te manchas—me dijo otra tía que tengo que se llama Adriana.
Pero yo nunca me mancho cuando como helado. Me gusta tanto que lo como súper rápido, y no le doy tiempo a derretirse. Entonces no me mancho, y tampoco desperdicio helado. Porque yo la veo a mi hermana Laura que come el helado re despacito, para que cuando nosotros lo terminemos ella todavía tenga, y entonces nos goza. Pero la mitad del helado a ella le chorrea por toda la mano y ensucia un montón de servilletas. Entonces, al final, come menos helado que yo. Pero esto nunca se lo dije, ni se lo pienso decir; así ella sigue convencida que lo que ella hace es lo mejor.
—¿Qué estas haciendo ahí solita, en ese rincón a oscuras?—me preguntó mi tío Juan al pasar. Pero por suerte siguió su camino, y no fue necesario que le respondiera. Estoy muy ocupada comiendo mi helado como para encima tener que andar contestando obviedades.
A Papá Noel le pedí unos rollers. Espero que me los traiga. Si me los trae, ya estoy lista para patinar. Me puse las calzas rojas, para que no se me vea la bombacha si me caigo. Aunque mamá quería que me pusiera un vestido azul.
—Pero así estoy más cómoda para patinar—le expliqué. Se sonrió un poco, y me dejó vestirme como yo quería, por suerte.
Voy a tirar el palito. Huy, está sonando la campana. No tengo tiempo. Mejor lo dejo enterrado un poquito en el pasto, y después lo tiro a la basura; total, Boby está medio dormido, encerrado en su cucha para que no le hagan mal los petardos, así que no se lo va a poder tragar.
—Vamos, Vale, que vino Papá Noel—Me dijo mi papá, estirando el brazo para que lo tomara de su mano.
Pegué un salto para bajarme de la hamaca y me agarré enseguida de la mano de mi papá, porque así está mucho mejor entrar al living de mi casa para buscar los regalos; porque aunque yo ya soy grande y no le tengo miedo a Papá Noel como mi primo Pablito, me resulta muy misterioso que Papá Noel pueda entrar a mi casa sin tener la llave, dejar un montón de cajas súper grandes y pesadas, y después irse súper rápido sin que nadie lo vea. Mi hermano con mis primos más grandes, siempre están ahí re cerquita de la puerta del living, y apenas suena la campana ellos entran para ver si lo ven y nunca alcanzan a verlo.
Vale, tu regalome dijo mi tía Silvia que es la que los reparte, con una sonrisa enorme y abriendo mucho los ojos. Como si ella estuviera tan contenta como yo.
Tuve que acercarme para que me apoyara el paquete sobre las dos manos. Era re pesado. ¿Serán los rollers? Qué alegría. Siiiiii. Son justo los rollers que yo le pedí. Me los voy a poner. Ves que Papá Noel es un genio. Gracias, Papá Noel.
Dejé las zapatillas por ahí y me fui afuera, al pasillo de laja negra. Por suerte ya sabía cómo se ponían los rollers, porque mi amiga Lucía tiene unos que me prestó un día y me enseño a ponérmelos; así que ahora ya no le tengo que pedir ayuda a nadie, y yo sola me los puedo poner.
Qué divertido, cómo me gusta cuando viene Papá Noel. Es la mejor noche de todas las noches.
Huy, llegó Papá Noel devuelta, y con los patines no puedo correr. Me los saco y voy por los caramelos. No, mejor me trepó a este cantero porque no voy a poder subir los escalones, y voy caminado con los rollers por el pasto; total con tanta gente papá no me va a ver, porque si piso el pasto con esto, seguro que me reta como lo reta a mi hermano cuando juega a la pelota y le dice que así rompe todo el pasto. Lo siento por las flores del cantero, mamá.
Silvia, ¿dónde dejaste la campanita?—escucho que le dice Papá Noel a mi tía Silvia. Que raro, ¿cómo conoce Papá Noel a mi tía Silvia? ¿y mi tía Silvia tiene una campanita?
¡Feliz navidad!me dice Papá Noel mientras me da unos caramelos. No entiendo mucho lo que pasa, pero los agarro. Quería agradecerle por los rollers y mostrarle cómo me quedan, pero creo que estoy un poco confundida.
Ahí viene mi tía Silvia, y le está dando una campanita a Papá Noel. Pero esa campanita es la que tiene mi mamá en la mesita del living que está al lado de la lámpara. ¿Y esa mano? Tiene el mismo reloj que mi papá, y es súper parecida a la mano de mi papá. ¿Cómo puede ser que la mano de Papá Noel sea tan parecida a la mano de mi papá?
Qué raro todo esto, creo que ya no me está gustando tanto. Mejor me voy a sentar un rato a la hamaca a comer los caramelos. Mmmmh, qué rico, me tocaron dos de frutilla que son los que más me gustan.
Pero, ¿cómo puede ser que la mano de Papá Noel sea tan igual a la mano de mi papá? Yo estoy segura de que esa mano es como la mano de mi papá, porque por ejemplo cuando viajamos en avión a mi me da un poco de miedo estar en el aire tan alto, y me duelen mucho los oídos; entonces le agarro fuerte la mano a mi papá para que se me pase un poco el miedo y el dolor. Y ahí yo veo que él tiene puesto ese mismo reloj plateado. También cuando me dan inyecciones, que es bastante seguido, con un remedio para que pueda respirar un poco mejor; le aprieto un montón la mano a mi papá, porque odio que me pinchen. Pero ahí no puedo ver nada porque cierro los ojos por la impresión que me dan las agujas, y además veo todo borroso porque lloro un montón.
Pero yo me sé de memoria la mano de mi papá, porque algunas veces él me da un chirlo en la cola cuando me peleo con mis hermanas, y otras veces me agarra un poco fuerte del brazo cuando yo no quiero ir a la farmacia para que me den las vacunas, o me saquen sangre, que es lo que más detesto de mi vida. Parece que hago un poco de escándalo, me tiro al piso y revoleo algunas patadas para no ir; pero mi papá tiene mucha fuerza, y me gana. Él me dice que lo hace porque me quiere y me está cuidando. Pero en esos momentos lo odio, porque no me gusta que me agarren así, y odio que me pinchen. Aunque creo que eso ya lo dije. Por suerte, después siempre hacemos las paces con mi papá; porque si estoy peleada con mi papá, yo no me puedo dormir, y creo que él tampoco. Entonces él viene a mi cama con Boby, cuando yo ya estoy por dormirme, me da la mano, rezamos un padre nuestro y nos perdonamos por el forcejeo mutuo que hacemos para que yo haga las cosas feas que tengo que hacer, para que mi cuerpo funcione bien. Evidentemente es así, aunque algunas cosas no nos gusten hay que hacerlas para que se vaya lo feo y venga lo lindo. Algo por el estilo me dijo mi papá cuando me operaron de los pulmones, hace poco, para limpiarme la infección que tenía por una neumonía.
Esa vez, como me iban a pinchar, también le agarré fuerte la mano a mi papá, y entonces la mano de mi papá fue lo último que vi antes de dormirme. Me acuerdo que yo le quería decir a mi papá que lo quería mucho, por si me moría y no lo veía más; porque pensaba que no me iba a volver a despertar.
Te voy a poner unas gotitas, y te vas a dormirme dijo el doctor. Pero yo no tenía sueño, y esa cama era muy incómoda para dormirme; entonces era el doctor el que me iba a dormir, y yo no sabía hasta cuándo el doctor iba a querer que yo este durmiendo. Tal vez el doctor no me despertaba más. Y el maldito doctor me durmió antes que yo pudiera decirle a mi papá que lo quería mucho. Pero por suerte no me morí, y el doctor me despertó, y entonces le pude decir a mi papá que lo quería mucho, y también por suerte, se lo puedo seguir diciendo todas las veces que quiera. Aunque ese día se lo tuve que decir mucho tiempo después de haberme despertado, porque cuando me desperté estuve vomitando un montón, y vomitaba los pedazos de ananá que había comido la noche anterior, con una carne súper rica que me había preparado mi mamá; porque ella sabe que a mi me encanta la comida que es un poco dulce. Creo que se llama agridulce.
Ya me terminé los caramelos. Voy a enterrar los papelitos al lado del palito del helado, para después ir a tirarlos a la basura, y me voy a hamacar un poco.
¿Será que la mano de Papá Noel es la mano de mi papá? Yo la recontra conozco a la mano de mi papá. Es muy grande y muy fuerte, y se le notan un poco algunas venas.
¿Vale, me das una mano?—me dice algunas veces mi papá, cuando me pide a mí que le de una mano a él; y lo ayudo a tener un cuadro por ejemplo, mientras él clava un clavito en la pared. Y entonces yo me siento re grande porque le doy una mano a mi papá. Y cuando mi papá hace fuerza con la mano para clavar el clavo en la pared, se le notan las venas. Y en una de las manos, mi papá tiene el anillo de cuando se casó con mi mamá. Y la mano que le vi a Papá Noel cuando me dio los caramelos, es igual; tiene el reloj plateado y el anillo como mi papá.
¿Será entonces que Papá Noel es mi papá? Porque no puede ser que haya dos señores con las mismas manos. ¿Entonces fue mi papá el que me regaló los rollers? Creo que me estoy sintiendo un poco triste, como cuando mi mamá me dice que no puedo ir al colegio porque estoy con fiebre. Me voy a hamacar un poco más fuerte, para ver si con el viento se me van estos pensamientos tan feos.
¿Acaso Papá Noel no existe? Porque si mi papá es Papá Noel, es que Papá Noel no existe, porque entonces eso es un disfraz; y si es un disfraz es que es de mentira, y si es de mentira es que no existe. Y si Papá Noel no existe, todo esto es muy aburrido. ¿Y entonces ahora qué hago?
Creo que me voy a hamacar mucho más fuerte todavía, porque estos pensamientos tan horribles no me sueltan. Seguro que esto es una espantosa pesadilla y ya me voy a despertar. Siento que estoy un poco mareada, me va a explotar la cabeza y me duele el corazón. Pero no es como cuando me dolía el pecho y entonces me tuvieron que operar de los pulmones; este dolor es mucho peor.
¿Cómo puede ser que Papá Noel no exista? Si yo veo a la gente grande que también se pone contenta cuando viene Papá Noel. Es que si Papá Noel no existe es muy triste, y esta noche que es la mas buena de todas las noches, no tenemos motivo para festejar. ¿Por qué esta contenta la gente grande entonces?
Quiero gritar muy alto que Papá Noel no existeeeee. Pero van a pensar que estoy loca. ¿Todos piensan que Papá Noel existe, menos yo?
Quiero hamacarme mucho más fuerte, pero tengo miedo de salir volando. No voy a decir como Papá Noel, porque al final si Papá Noel no existe, tampoco existen los renos con los que vuela Papá Noel.
Entonces mi papá solo se disfraza de Papá Noel, porque no puede ser que él sea Papá Noel; con lo ocupado que esta siempre trabajando, no tiene tiempo para encima leer tantas cartas y comprar todos los regalos que le piden. Seguro que el papá de cada uno hace de Papá Noel por un ratito y ya está.
Pero entonces, ¿no voy a escribirle más la carta a Papá Noel pidiéndole un regalo? Unas semanas antes que venga Papá Noel, me paso un montón de tiempo pensando qué me gustaría que me trajera, y trato de acordarme si me porté bien o mal para que Papá Noel me traiga lo que yo quiero. Después la carta la escribo súper rápido, porque a mi me encanta escribir y me sale súper bien.
Me parece que voy a dejar de hamacarme. Me siento muy mal. Pero no es como cuando estoy enferma, que tengo fiebre y me cuesta respirar. Me siento mal como cuando me peleo con mi papá. Por suerte acá no hay mucha luz y entonces nadie me ve, porque creo que se me está cayendo una lágrima.
Es que no sé qué hacer. Es como cuando descubrí el truco de magia que hizo el mago Chancleta que fue al cumpleaños de mi amigo Félix; o como cuando mis compañeros de la clase explican los chistes para que todos los entendamos, y entonces así el chiste ya no tiene gracia.
Además mi papá se va aponer súper triste si yo le digo que yo ya sé que Papá Noel no existe, y yo quiero seguir recibiendo los regalos de Papá Noel, y quiero seguir festejando. Tal vez yo puedo seguir creyendo en Papá Noel aunque ya sepa que no existe; y entonces se va lo feo, y viene lo lindo, y pueden seguir habiendo muchas más noches buenas.
Creo que voy a hacer eso. Sí, voy a seguir creyendo en Papá Noel y no le voy a decir a nadie que yo ya sé que Papá Noel no existe.
Paré la hamaca, fui a tirar a la basura el palito de helado y los papeles de los caramelos, y me fui a patinar.
—Hola, Vale—me saludó mi papá cuando llegué al pasillo de laja negra, acariciando con su mano mi cabeza—Qué buenos patines que te trajo Papá Noel.
Yo lo abracé muy fuerte y patiné mejor que nunca. Por cierto, fue la Nochebuena más buena de todas las Noches Buenas.



B.C


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