Hoy, como hace ya algunos domingos,
me levante temprano, desayune un jugo
de naranja que me preparó mi novio,
le di un beso, y me fui a tomar el
colectivo hacia la playa, caminando bajo la brisa de la mañana,
para hacer mi clase de yoga.
Después de la clase, tomando unos
mates,
mientras mi mirada se perdía en la
linea en que la tierra y el cielo se convierten en un mismo punto
azul intenso; me dejo llevar por el murmullo que me rodea.
Las voces se me tornan lejanas a la vez
que me invaden,
la rompiente de las olas se
transforman en un suave coro de fondo,
y algunas palabras comienzan a
distinguirse.
-¡Que lindo! ¡Que lindo! ¡Que lindo!
Exclama un niño, mientras salta las
olas en la orilla,
agarrado de la mano de su mamá.
-Tu pozo quedó más chico que el mío,
¿lo agrando?
-No.
-Entonces va a quedar mal.
-Esta bien así. Yo lo decoro y vos
hace el túnel.
Le dice una niña a otra, mientras
hacen su obra hidráulica en la arena, conectando dos pozos para que pase el
agua.
-María, mira eso!
Cuchichean dos niñas, señalando a una
joven haciendo topless.
-Felipe, salí de la reposera y dejalo
sentar al abuelo. Vení a upa mío.
-No, ¿Porqué? Yo también quiero
tener mi lugar.
Le reclama un niño a su madre.
-Papá, cuando me voy a morir?
-Algún día hijo; mientras
disfruta que estas vivo!
Pregunta un niño a su padre, saliendo
del mar.
Conmovida por la simple grandeza de los
pequeños al abrir su boca,
tomo un último mate, y me vuelvo a casa
a escribir este cuento.
Como siempre, grandes palabras la de
los chicos!
¡Que lindo! ¡Que lindo! ¡Que lindo!
B.C
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